miércoles, 29 de octubre de 2014

CITAS BIBLICAS

CITAS BÍBLICAS

"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca. A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor. “(Mt 3,2-3)

“Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham” (Mt 3,8-9).

“Antes de haberte formado en el seno materno, ya te conocía; antes de que nacieras, te había consagrado, como profeta de las naciones” (Jer 1,5).

“Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno” (Lc 1, 41).

“Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás” (Mt 4,10).

“El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". (Lc 1,28),
Isabel exclamó "¡Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!” (Lc 1,42)

“Feliz de ti por haber creído porque se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor" (Lc 1,45).

“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2,6-7).

“La Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).

“Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,11-12).

“Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc 2,16).

“Los reyes magos preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén” (Mt 2,2-3).

“Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Lc 3,21-22).

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” Lc (4,18).

“Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre" (Jn 16,28).

“He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna” (Jn 6,38-40).

“Derramaré sobre ustedes agua purificadora y serán purificados... Derramaré mi Espíritu sobre ustedes, para que vivan según mis mandatos y respeten mis órdenes” (Ez 36,25-27).

“El que no renace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5).

“Cuando ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran la cara para mostrar a todos que ayunan. Les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando ayunes, perfúmate el cabello y no dejes de lavarte la cara, porque no son los hombres que deben darse cuenta que tú ayunas, sino tu Padre que está en el secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te premiará” (Mt 6,16-18).

“Mi ángel irá delante de ti” (Ex 23,23).
“Mandará a sus ángeles cerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos” (Sal 91,11).

“Sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre” (Mt 18,10).
Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, pero lo que sale de su boca, eso mancha al hombre (Mt 15,11).

“El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida; es ante todo justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rom 14,17).

“No es un alimento el que nos hará agradables a Dios. Si comemos no ganamos nada; si no comemos tampoco perdemos nada. Pero, si bien somos libres, cuídense que esa misma libertad no haga caer a los débiles” (1Cor 8,8-9).

“La voz dijo por segunda vez: Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro” (Hech 10,15).

“Por eso, que nadie los venga a criticar por lo que comen y beben” (Col 2,16).
“Todo lo que Dios ha creado es bueno, y ningún alimento está prohibido, siempre que lo tomemos dando gracias a Dios” (1Tim 4,4).

“Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella" (Mt 15,11).
Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?" (Mt 15,12).

"Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz (Mt 15,13).
Los fariseos son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo" (Mt 15,14).

“Hijitos míos, es la última hora, y se les dijo que tendría que llegar el anticristo; en realidad, ya han venido varios anticristos, por donde comprobamos que ésta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros. Al salir ellos, vimos claramente que entre nosotros no todos eran de los nuestros” (1Jn 2,18-19).

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16,18).

“Todo poder se me dio tanto en el cielo como en la tierra” (Mt 28,18).

“Vayan y hagan que todos los pueblos sea mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles todo lo que yo os enseñé” (Mt 28,19).
Yo estaré con ustedes todos los días hasta que termine este mundo (Mt 28,20).
Vayan por todo el mundo y enseñen mi Evangelio a toda creatura (Mc 16,15).
Yo rogaré al Padre, y Él les enviará a otro consolador, para que esté siempre con ustedes (Jn 14,16).

"Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios” (Mt 21,31).

“Los judíos discutían entre ellos. Unos decían: ¿Cómo este hombre va a darnos a comer su carne? Jesús les contestó: En verdad les digo: si no comen de la carne del Hijo del Hombre, y no beben su sangre, no viven de verdad. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es comida verdadera, y mi sangre bebida verdadera. El que come mi carne permanece en mí, y yo en él. Como el Padre, que vive en mí me envió, y yo vivo por él, así quien me come a mí tendrá de mí la vida” (Jn 6,52-57).

“Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, el que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. Después de la Cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo: Esta copa es la Alianza Nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes” (Lc 22,19-20; Mt 26,26; Mc 14,22).

“Yo recibí esta Tradición del Señor que, a mi vez, les he transmitido: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, y después de dar gracias lo partió, diciendo: Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes: hagan esto en memoria mía. De la misma manera, tomando la copa después de haber cenado, dijo: Esta copa es la Nueva Alianza de mi sangre, siempre que beban de ella, háganlo en memoria mía. Así, pues, cada vez que comen de este pan y beben de la copa, están anunciado la muerte del Señor hasta que venga. Por lo tanto, si alguien come del pan y bebe de la copa del Señor indignamente, peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Por esto, que cada uno examine su conciencia antes de comer del pan y beber de la copa. De otra manera, come y bebe su propia condenación al no reconocer el cuerpo del Señor” (1Cor 11,23-29).

“Después tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra. Pues el primer cielo y la primera tierra ya pasaron; en cuanto al mar, ya no existe. Entonces vi la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén que bajaba del cielo, del lado de Dios, embellecida como una novia en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: fijará desde ahora su morada en medio de ellos serán SU pueblo y él mismo será Dios con ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas, porque todo lo anterior ha pasado” (Ap 21,1-4).

“Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,10-11)

“Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor” (Jn 10,16).

“Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21).

“Cada uno va proclamando: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo Soy de Pedro, yo soy de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo?” (1Cor 1,12-13).

“Primeramente, según lo que oí, cuando se reúnen en asamblea hay divisiones entre ustedes. Y en parte lo creo. Pues es necesario que haya grupos rivales a fin de que se vea quiénes de ustedes tienen virtud probada” (1Cor 11,18-19).

“Todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18,15-18).

“Como el Padre me envió a mí, así yo envío a ustedes. Reciban el Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos” (Jn 20,21-23).

“Por toda respuesta Jesús declaró: «Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a entrar en su Gloria. En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,23-24).

“Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8,34; Mt 16,24).

“El mensaje de la cruz no deja de ser locura para los que se pierden. En cambio para los que somos salvados, es poder de Dios. Mientras tanto, nosotros proclamamos un Mesías crucificado. Para los judíos, ¡qué escándalo más grande! Y para los griegos, ¡qué locura!” (1Cor 1,18-23).

“Por mí, no quiero sentirme orgulloso de nada, sino de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él, el mundo ha sido crucificado para mí, y yo, para el mundo” (Gál 6,14).

“Canceló nuestra deuda y nuestra condenación escrita en los mandatos de la Ley. La suprimió, clavándola en la cruz de Cristo” (Col 2,14).

“Por la cruz los reconcilió con Dios e hizo de los dos pueblos un solo Cuerpo, destruyendo el odio en su persona” (Ef 2,16).

“Si no veo en sus manos la señal de los clavos” (Jn 20,25).

“Encima de su cabeza habían puesto un letrero que decía porque lo habían condenado: Este es Jesús, el rey de los judíos” (Mt 27,37).

“No traten de llevar ni oro, ni plata, ni monedas de cobre, ni provisiones para el viaje, ni bastón; solamente la ropa y el calzado que lleven puesto, porque el que trabaja tiene derecho a comer” (Mt 10,9-10).

“Y el que trilla no lo hace sin tener la esperanza de recibir su parte. Y si nosotros hemos sembrado en ustedes las riquezas espirituales, ¿será mucho que cosechemos sus recursos materiales?” (1Cor 9,10-11).

“Quédense en esa casa, comiendo y bebiendo lo que les den; porque el obrero merece su salario” (Lc 10,7).

“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidan lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello” (Mt 23, 23).

"Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes". (Mt 22,12).

“Muchos son llamados, pero pocos son elegidos" (Mt 22,14).

"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,36-40).

“Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,12-13).

“En adelante el Espíritu Santo intérprete, que el Padre les enviará en mi nombre, les va a enseñar todas las cosas y les va a recordar todas mis palabras” (Jn 14,26).

“Además el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad; porque no sabemos qué pedir ni cómo pedir en nuestras oraciones. Pero el propio Espíritu ruega por nosotros, con gemidos y súplicas que no se pueden expresar” (Rom 8,26).

“No piensen que vine a traer la paz a la tierra; no vine a traer la paz, sino la espada. Vine a poner al hijo en contra de su padre; a la hija, en contra de su madre, y a la nuera, en contra de su suegra. Cada cual encontrará enemigos en su propia familia” (Mt 10,34-36).

“Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mt 19,6).
Por eso, que nadie los venga a criticar por lo que comen y beben, o por no respetar las fiestas, lunas nuevas o el día sábado (Col 2,16).

“El primer día de la semana, estábamos reunidos para la Fracción del pan” (Hech 20,7).

“Cada domingo, todos ustedes guarden lo que hayan podido ahorrar” (1Cor 16,2).

“Se apoderó de mí el Espíritu, el día del Señor” (Ap 1,1O).

“Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos es de los que se asemejan a los niños. Enseguida, les impuso las manos y siguió su camino” (Mt 19,14).

“En mi nombre echarán los espíritus malos” (Mc 16,17).
“Los setenta y dos volvieron muy felices, diciendo: Señor, en tu nombre sometimos hasta los demonios. Jesús les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Sepan que les di poder de pisotear a las serpientes, a los escorpiones y a todas las fuerzas del enemigo, y nada podrá dañarles a ustedes. Sin embargo, no se alegren porque someten a los demonios, alégrense más bien porque sus nombres están escritos en los cielos” (Lc 10,17-20).

“En cuanto se refiere a este día y a esta hora, no lo sabe nadie, ni los ángeles de Dios; ni siquiera el Hijo; sino sólo el Padre” (Mt 24,36).

“Esta buena nueva del Reino será proclamada por todas partes del mundo para que la conozcan todas las naciones, y luego vendrá el fin” (Mt 24,14).

“Porque ya no me volverán a ver hasta el tiempo en que digan: Bendito sea el que viene en nombre del Señor” (Mt 23,39).

“Yo quiero, hermanos, darles a conocer el plan secreto de Dios para que no se sientan superiores a ellos: una parte de Israel se va a quedar endurecida hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado. Entonces todo Israel se salvará, según lo dice la Escritura: De Sión saldrá el libertador que limpiará los hijos de Jacob de todos sus pecados” (Rom 11,25-26).

“Ahora bien, pasando a esos otros días, después de esa angustia: el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá” (Mc 13,24-25).

“Toda la creación espera ansiosamente que los hijos de Dios reciban esa gloria que les corresponde. Pues si la creación está al servicio de vanas ambiciones, no fue espontáneamente, sino que le vino del que la sometió. Por eso tiene que esperar hasta que ella misma sea liberada del destino de muerte que pesa sobre ella y pueda así compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Vemos como todavía el universo gime y sufre dolores de parto. Y no sólo el universo sino nosotros mismos, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que tendremos, gemimos interiormente, esperando el día en que Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo” (Rom 8,19-23).

“No tomes esto, no gustes eso, no toques aquello’. Esos no son más que mandatos y enseñanzas de hombres referentes a cosas que se usan, se desgastan y desaparecen. Estas doctrinas parecen profundas por su religiosidad y humildad, y porque se trata duramente al cuerpo; pero no hacen más que favorecer el orgullo propio” (Col 2,21-23).

“El clamor de Sodoma y Gomorra es grande y su pecado es gravísimo” (Gén 18,20).

“Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación” (Lev 20, 13).

“Dios los entregó a pasiones infames. Sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos con los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre” (Rom 1, 26-27).

“Al presente, me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes; completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, para bien de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

“Los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación” (Mt 13,50).

“Al mismo tiempo, dirá a los que estén a la izquierda: ¡Malditos, aléjense de mí, vayan al fuego eterno que ha sido destinado para el diablo y para sus ángeles!” (Mt 25,41).

“Serán condenados a la perdición eterna lejos del rostro del Señor y de su poderosa gloria” (2Tes 1,9).

“Respondió Jesús: Realmente te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43).

“Nos gustaría salir de ese cuerpo para ir a vivir junto al Señor” (2Cor 5,8; Filip 1,23)

“Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles hasta el cielo cerca de Abraham. Murió también el rico y lo sepultaron. Estando en el infierno, en medio de tormentos, el rico levanta los ojos y ve de lejos a Abraham y a Lázaro cerca de él” (Lc 16,22-23).

“Habrá una resurrección tanto de justos como de pecadores” (Hech 24,15).

“Sepan que llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron el mal resucitaron para la condenación” (Jn 5,28-29).

“Estos irán al suplicio eterno y los buenos a la vida eterna” (Mt 25,46).

“Cuando Jesús oyó, les dijo: No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos” (Mc 2,17).

“El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo; el Señor lo levantará y si ha cometido pecados, le serán perdonados” (Stgo 5,14-15).

“Se le acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó. Después lo puso en el mismo animal que él montaba, lo condujo a un hotel y se encargó del cuidado” (Lc 10,34).

“Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien es griego, entre quienes esclavo y quien es hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son un solo cuerpo en Cristo Jesús” (Gál 3,28).

“Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos o hechiceros; que no se halle a nadie que practique supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien consulte a los muertos” (Dt 19, 10-12).

“No pocos de los que habían practicado la magia, hicieron un montón con sus libros y los quemaron delante de todos” (Hech 19,19).

“No se dejen llamar maestro, porque un solo maestro tienen ustedes y todos son hermanos. Tampoco deben decirle padre a nadie en la tierra, porque un solo Padre tienen: el que está en el cielo. Ni deben hacerse llamar Jefe, porque para ustedes Cristo es el jefe único” (Mt 23,8-10).

“Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mt 20,26-28).

“Honra a tu padre y a tu madre” (Lc 18,20).

“Eliseo lo vio alejarse y clamaba: ¡Padre, padre mío, carro de Israel y su caballería!” (2 Re 2,12).

“Sus servidores se acercaron a él cuando se iba, y le dijeron: ‘Padre, si el profeta te hubiera mandado hacer una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? Y qué fácil es bañarte como el profeta te ha ordenado” (2 Re 5,13).

“Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo: ‘¿Debo matarlos, padre mío?’ Él le respondió: No los mates. No eres tú quien los apresó con espada y con arcos” (2 Re 6,21-22).

“Entonces grita: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que se moje la punta de un dedo para que me refresque la lengua, porque estas llamas me atormentan” (Lc 16,24).

"Tú eres Kefas (es decir, roca, piedra, peña) y sobre esta Kefas edificará mi Iglesia, que los poderes del Infierno no podrán vencer (Mt 16,18).

“Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” (Mt 16,19).

“Cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos” (Lc 22,32).

“Apacienta mis corderos... Apacienta mis ovejas” (Jn 21,15-17).

“El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mt 10,40).

“Yo les digo: todo lo que aten en la tierra, el cielo lo considerará atado y todo lo que desaten en la tierra, será tenido en el cielo como desatado” (Mt 18,18).

“Entonces aparecerá en el cielo claramente la señal del Hijo del Hombre: mientras todas las razas de la tierra se golpeen el pecho, verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo, con el Poder y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus ángeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo” (Mt 24,30-31).

“Le trajeron en ese momento un endemoniado ciego y mudo. Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. Con esto, todo el pueblo quedó asombrado y preguntaban: ¿No será éste el hijo de David? A lo que respondían los fariseos: este echa a los demonios por obra de Belcebú, rey de los demonios” (Mt 12,22-24).

“Por eso les digo: se perdonará todo pecado y toda palabra que ofenda a Dios; pero la palabra que ofenda al Espíritu Santo no se perdonará. El que hable en contra del Hijo del Hombre será perdonado, pero el que hable en contra del Espíritu Santo no será perdonado, ni en esta vida ni en la otra” (Mt 12,31-32).

“Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron” (Rm 5,12).

“Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores” (Rom 5,19).

“Tú ves que malo soy de nacimiento; en pecado me concibió mi madre” (Sal 51,5 ó 51,7).

“Sepan que llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron el mal resucitarán para la condenación” (Jn 5,28-29).

“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy” (I Cor 15,10).

“Les he transmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura” (I Cor 15,3-4).

“Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes” (I Cor 15,12-14).

“Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección" (I Cor 15,20-21).

Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11,25-26).