“Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se
contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les
digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham” (Mt 3,8-9).
“Antes de haberte formado en el seno materno, ya te conocía;
antes de que nacieras, te había consagrado, como profeta de las naciones” (Jer
1,5).
“Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de gozo
en su seno” (Lc 1, 41).
“Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás” (Mt 4,10).
“El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". (Lc 1,28),
Isabel exclamó "¡Bendita Tú eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!” (Lc 1,42)
“Feliz de ti por haber creído porque se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor" (Lc 1,45).
“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser
madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc
2,6-7).
“La Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
“Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que
es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño
recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,11-12).
“Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a
José, y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc 2,16).
“Los reyes magos preguntaron: ¿Dónde está el rey de los
judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a
adorarlo. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda
Jerusalén” (Mt 2,2-3).
“Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado
Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo
descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz
del cielo: Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi
predilección" (Lc 3,21-22).
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” Lc (4,18).
“Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy
al Padre" (Jn 16,28).
“He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de
aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de
lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de
mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna” (Jn 6,38-40).
“Derramaré sobre ustedes agua purificadora y serán
purificados... Derramaré mi Espíritu sobre ustedes, para que vivan según mis
mandatos y respeten mis órdenes” (Ez 36,25-27).
“El que no renace del agua y del Espíritu, no puede entrar
en el Reino de Dios” (Jn 3,5).
“Cuando ayunen, no pongan cara triste, como hacen los
hipócritas, que desfiguran la cara para mostrar a todos que ayunan. Les aseguro
que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando ayunes, perfúmate el cabello y no
dejes de lavarte la cara, porque no son los hombres que deben darse cuenta que
tú ayunas, sino tu Padre que está en el secreto, y tu Padre que ve en lo
secreto te premiará” (Mt 6,16-18).
“Mi ángel irá delante de ti” (Ex 23,23).
“Mandará a sus ángeles cerca de ti, para que te guarden en
todos tus caminos” (Sal 91,11).
“Sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre”
(Mt 18,10).
Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, pero lo
que sale de su boca, eso mancha al hombre (Mt 15,11).
“El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida; es ante
todo justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rom 14,17).
“No es un alimento el que nos hará agradables a Dios. Si
comemos no ganamos nada; si no comemos tampoco perdemos nada. Pero, si bien
somos libres, cuídense que esa misma libertad no haga caer a los débiles” (1Cor
8,8-9).
“La voz dijo por segunda vez: Lo que Dios ha purificado, tú
no lo llames impuro” (Hech 10,15).
“Por eso, que nadie los venga a criticar por lo que comen y
beben” (Col 2,16).
“Todo lo que Dios ha creado es bueno, y ningún alimento está
prohibido, siempre que lo tomemos dando gracias a Dios” (1Tim 4,4).
“Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca,
sino lo que sale de ella" (Mt 15,11).
Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron:
"¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?" (Mt
15,12).
"Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial,
será arrancada de raíz (Mt 15,13).
Los fariseos son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un
ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo" (Mt 15,14).
“Hijitos míos, es la última hora, y se les dijo que tendría
que llegar el anticristo; en realidad, ya han venido varios anticristos, por
donde comprobamos que ésta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros
mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los
nuestros, se habrían quedado con nosotros. Al salir ellos, vimos claramente que
entre nosotros no todos eran de los nuestros” (1Jn 2,18-19).
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los
poderes del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino
de los cielos” (Mt 16,18).
“Todo poder se me dio tanto en el cielo como en la tierra”
(Mt 28,18).
“Vayan y hagan que todos los pueblos sea mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles todo lo
que yo os enseñé” (Mt 28,19).
Yo estaré con ustedes todos los días hasta que termine este
mundo (Mt 28,20).
Vayan por todo el mundo y enseñen mi Evangelio a toda
creatura (Mc 16,15).
Yo rogaré al Padre, y Él les enviará a otro consolador, para
que esté siempre con ustedes (Jn 14,16).
"Les aseguro que los publicanos y las prostitutas
llegan antes que ustedes al Reino de Dios” (Mt 21,31).
“Los judíos discutían entre ellos. Unos decían: ¿Cómo este
hombre va a darnos a comer su carne? Jesús les contestó: En verdad les digo: si
no comen de la carne del Hijo del Hombre, y no beben su sangre, no viven de
verdad. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Mi carne es comida verdadera, y mi sangre bebida
verdadera. El que come mi carne permanece en mí, y yo en él. Como el Padre, que
vive en mí me envió, y yo vivo por él, así quien me come a mí tendrá de mí la
vida” (Jn 6,52-57).
“Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo
dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, el que es entregado por ustedes. Hagan esto
en memoria mía. Después de la Cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo: Esta copa
es la Alianza Nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes”
(Lc 22,19-20; Mt 26,26; Mc 14,22).
“Yo recibí esta Tradición del Señor que, a mi vez, les he
transmitido: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, y
después de dar gracias lo partió, diciendo: Esto es mi cuerpo que es entregado
por ustedes: hagan esto en memoria mía. De la misma manera, tomando la copa
después de haber cenado, dijo: Esta copa es la Nueva Alianza de mi sangre,
siempre que beban de ella, háganlo en memoria mía. Así, pues, cada vez que
comen de este pan y beben de la copa, están anunciado la muerte del Señor hasta
que venga. Por lo tanto, si alguien come del pan y bebe de la copa del Señor
indignamente, peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Por esto, que cada
uno examine su conciencia antes de comer del pan y beber de la copa. De otra
manera, come y bebe su propia condenación al no reconocer el cuerpo del Señor”
(1Cor 11,23-29).
“Después tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva
Tierra. Pues el primer cielo y la primera tierra ya pasaron; en cuanto al mar,
ya no existe. Entonces vi la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén que bajaba del
cielo, del lado de Dios, embellecida como una novia en espera de su prometido. Oí
una voz que clamaba desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los
hombres: fijará desde ahora su morada en medio de ellos serán SU pueblo y él
mismo será Dios con ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá
ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas, porque todo lo anterior ha pasado”
(Ap 21,1-4).
“Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan
en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas”
(Jn 10,10-11)
“Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a
las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y
un solo Pastor” (Jn 10,16).
“Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”
(Jn 17,21).
“Cada uno va proclamando: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo,
yo Soy de Pedro, yo soy de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo?” (1Cor
1,12-13).
“Primeramente, según lo que oí, cuando se reúnen en asamblea
hay divisiones entre ustedes. Y en parte lo creo. Pues es necesario que haya
grupos rivales a fin de que se vea quiénes de ustedes tienen virtud probada”
(1Cor 11,18-19).
“Todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo y
todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18,15-18).
“Como el Padre me envió a mí, así yo envío a ustedes. Reciban
el Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos” (Jn 20,21-23).
“Por toda respuesta Jesús declaró: «Ha llegado la hora en
que el Hijo del Hombre va a entrar en su Gloria. En verdad les digo: Si el
grano de trigo no cae en tierra y no muere, queda solo; pero si muere, da mucho
fruto” (Jn 12,23-24).
“Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome
su cruz y sígame” (Mc 8,34; Mt 16,24).
“El mensaje de la cruz no deja de ser locura para los que se
pierden. En cambio para los que somos salvados, es poder de Dios. Mientras
tanto, nosotros proclamamos un Mesías crucificado. Para los judíos, ¡qué
escándalo más grande! Y para los griegos, ¡qué locura!” (1Cor 1,18-23).
“Por mí, no quiero sentirme orgulloso de nada, sino de la
cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él, el mundo ha sido crucificado para
mí, y yo, para el mundo” (Gál 6,14).
“Canceló nuestra deuda y nuestra condenación escrita en los
mandatos de la Ley. La suprimió, clavándola en la cruz de Cristo” (Col 2,14).
“Por la cruz los reconcilió con Dios e hizo de los dos
pueblos un solo Cuerpo, destruyendo el odio en su persona” (Ef 2,16).
“Si no veo en sus manos la señal de los clavos” (Jn 20,25).
“Encima de su cabeza habían puesto un letrero que decía
porque lo habían condenado: Este es Jesús, el rey de los judíos” (Mt 27,37).
“No traten de llevar ni oro, ni plata, ni monedas de cobre,
ni provisiones para el viaje, ni bastón; solamente la ropa y el calzado que
lleven puesto, porque el que trabaja tiene derecho a comer” (Mt 10,9-10).
“Y el que trilla no lo hace sin tener la esperanza de
recibir su parte. Y si nosotros hemos sembrado en ustedes las riquezas
espirituales, ¿será mucho que cosechemos sus recursos materiales?” (1Cor
9,10-11).
“Quédense en esa casa, comiendo y bebiendo lo que les den;
porque el obrero merece su salario” (Lc 10,7).
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan
el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidan lo más importante de
la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que
practicar, sin descuidar aquello” (Mt 23, 23).
"Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de
fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los
guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas.
Allí habrá llanto y rechinar de dientes". (Mt 22,12).
“Muchos son llamados, pero pocos son elegidos" (Mt 22,14).
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?
Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El
segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos
dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,36-40).
“Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no
las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo
que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,12-13).
“En adelante el Espíritu Santo intérprete, que el Padre les
enviará en mi nombre, les va a enseñar todas las cosas y les va a recordar
todas mis palabras” (Jn 14,26).
“Además el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra
debilidad; porque no sabemos qué pedir ni cómo pedir en nuestras oraciones.
Pero el propio Espíritu ruega por nosotros, con gemidos y súplicas que no se
pueden expresar” (Rom 8,26).
“No piensen que vine a traer la paz a la tierra; no vine a
traer la paz, sino la espada. Vine a poner al hijo en contra de su padre; a la
hija, en contra de su madre, y a la nuera, en contra de su suegra. Cada cual
encontrará enemigos en su propia familia” (Mt 10,34-36).
“Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mt 19,6).
Por eso, que nadie los venga a criticar por lo que comen y
beben, o por no respetar las fiestas, lunas nuevas o el día sábado (Col 2,16).
“El primer día de la semana, estábamos reunidos para la
Fracción del pan” (Hech 20,7).
“Cada domingo, todos ustedes guarden lo que hayan podido
ahorrar” (1Cor 16,2).
“Se apoderó de mí el Espíritu, el día del Señor” (Ap 1,1O).
“Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí, porque
el Reino de los Cielos es de los que se asemejan a los niños. Enseguida, les
impuso las manos y siguió su camino” (Mt 19,14).
“En mi nombre echarán los espíritus malos” (Mc 16,17).
“Los setenta y dos volvieron muy felices, diciendo: Señor,
en tu nombre sometimos hasta los demonios. Jesús les dijo: Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo. Sepan que les di poder de pisotear a las
serpientes, a los escorpiones y a todas las fuerzas del enemigo, y nada podrá
dañarles a ustedes. Sin embargo, no se alegren porque someten a los demonios,
alégrense más bien porque sus nombres están escritos en los cielos” (Lc
10,17-20).
“En cuanto se refiere a este día y a esta hora, no lo sabe
nadie, ni los ángeles de Dios; ni siquiera el Hijo; sino sólo el Padre” (Mt
24,36).
“Esta buena nueva del Reino será proclamada por todas partes
del mundo para que la conozcan todas las naciones, y luego vendrá el fin” (Mt
24,14).
“Porque ya no me volverán a ver hasta el tiempo en que
digan: Bendito sea el que viene en nombre del Señor” (Mt 23,39).
“Yo quiero, hermanos, darles a conocer el plan secreto de
Dios para que no se sientan superiores a ellos: una parte de Israel se va a
quedar endurecida hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado. Entonces
todo Israel se salvará, según lo dice la Escritura: De Sión saldrá el
libertador que limpiará los hijos de Jacob de todos sus pecados” (Rom
11,25-26).
“Ahora bien, pasando a esos otros días, después de esa
angustia: el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán
del cielo y el universo entero se conmoverá” (Mc 13,24-25).
“Toda la creación espera ansiosamente que los hijos de Dios
reciban esa gloria que les corresponde. Pues si la creación está al servicio de
vanas ambiciones, no fue espontáneamente, sino que le vino del que la sometió.
Por eso tiene que esperar hasta que ella misma sea liberada del destino de
muerte que pesa sobre ella y pueda así compartir la libertad y la gloria de los
hijos de Dios. Vemos como todavía el universo gime y sufre dolores de parto. Y
no sólo el universo sino nosotros mismos, aunque se nos dio el Espíritu como un
anticipo de lo que tendremos, gemimos interiormente, esperando el día en que
Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo” (Rom 8,19-23).
“No tomes esto, no gustes eso, no toques aquello’. Esos no
son más que mandatos y enseñanzas de hombres referentes a cosas que se usan, se
desgastan y desaparecen. Estas doctrinas parecen profundas por su religiosidad
y humildad, y porque se trata duramente al cuerpo; pero no hacen más que
favorecer el orgullo propio” (Col 2,21-23).
“El clamor de Sodoma y Gomorra es grande y su pecado es
gravísimo” (Gén 18,20).
“Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos
han cometido abominación” (Lev 20, 13).
“Dios los entregó a pasiones infames. Sus mujeres invirtieron
las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Igualmente los
hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los
unos con los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre” (Rom 1, 26-27).
“Al presente, me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes;
completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, para bien de su
cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).
“Los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y
desesperación” (Mt 13,50).
“Al mismo tiempo, dirá a los que estén a la izquierda:
¡Malditos, aléjense de mí, vayan al fuego eterno que ha sido destinado para el
diablo y para sus ángeles!” (Mt 25,41).
“Serán condenados a la perdición eterna lejos del rostro del
Señor y de su poderosa gloria” (2Tes 1,9).
“Respondió Jesús: Realmente te digo que hoy mismo estarás
conmigo en el paraíso” (Lc 23,43).
“Nos gustaría salir de ese cuerpo para ir a vivir junto al
Señor” (2Cor 5,8; Filip 1,23)
“Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles
hasta el cielo cerca de Abraham. Murió también el rico y lo sepultaron. Estando
en el infierno, en medio de tormentos, el rico levanta los ojos y ve de lejos a
Abraham y a Lázaro cerca de él” (Lc 16,22-23).
“Habrá una resurrección tanto de justos como de pecadores”
(Hech 24,15).
“Sepan que llega la hora en que todos los que están en los
sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la
vida; pero los que obraron el mal resucitaron para la condenación” (Jn
5,28-29).
“Estos irán al suplicio eterno y los buenos a la vida eterna”
(Mt 25,46).
“Cuando Jesús oyó, les dijo: No son los sanos los que
necesitan al médico, sino los enfermos” (Mc 2,17).
“El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la
Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en nombre del Señor. La
oración hecha con fe salvará al enfermo; el Señor lo levantará y si ha cometido
pecados, le serán perdonados” (Stgo 5,14-15).
“Se le acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las
vendó. Después lo puso en el mismo animal que él montaba, lo condujo a un hotel
y se encargó del cuidado” (Lc 10,34).
“Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien es
griego, entre quienes esclavo y quien es hombre libre; no se hace diferencia
entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son un solo cuerpo en Cristo Jesús”
(Gál 3,28).
“Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o
a su hija por el fuego; que nadie practique encantamientos o consulte a los
astros; que no haya brujos o hechiceros; que no se halle a nadie que practique
supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien
consulte a los muertos” (Dt 19, 10-12).
“No pocos de los que habían practicado la magia, hicieron un
montón con sus libros y los quemaron delante de todos” (Hech 19,19).
“No se dejen llamar maestro, porque un solo maestro tienen
ustedes y todos son hermanos. Tampoco deben decirle padre a nadie en la tierra,
porque un solo Padre tienen: el que está en el cielo. Ni deben hacerse llamar
Jefe, porque para ustedes Cristo es el jefe único” (Mt 23,8-10).
“Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que
quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el
primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mt
20,26-28).
“Honra a tu padre y a tu madre” (Lc 18,20).
“Eliseo lo vio alejarse y clamaba: ¡Padre, padre mío, carro
de Israel y su caballería!” (2 Re 2,12).
“Sus servidores se acercaron a él cuando se iba, y le
dijeron: ‘Padre, si el profeta te hubiera mandado hacer una cosa difícil, ¿no
la habrías hecho? Y qué fácil es bañarte como el profeta te ha ordenado” (2 Re
5,13).
“Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:
‘¿Debo matarlos, padre mío?’ Él le respondió: No los mates. No eres tú quien
los apresó con espada y con arcos” (2 Re 6,21-22).
“Entonces grita: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a
Lázaro que se moje la punta de un dedo para que me refresque la lengua, porque
estas llamas me atormentan” (Lc 16,24).
"Tú eres Kefas (es decir, roca, piedra, peña) y sobre esta
Kefas edificará mi Iglesia, que los poderes del Infierno no podrán vencer (Mt
16,18).
“Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que
ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será
desatado en los cielos” (Mt 16,19).
“Cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos”
(Lc 22,32).
“Apacienta mis corderos... Apacienta mis ovejas” (Jn
21,15-17).
“El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me
recibe a mí, recibe al que me envió” (Mt 10,40).
“Yo les digo: todo lo que aten en la tierra, el cielo lo
considerará atado y todo lo que desaten en la tierra, será tenido en el cielo
como desatado” (Mt 18,18).
“Entonces aparecerá en el cielo claramente la señal del Hijo
del Hombre: mientras todas las razas de la tierra se golpeen el pecho, verán al
Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo, con el Poder y la plenitud de
la Gloria. Mandará a sus ángeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a
los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo”
(Mt 24,30-31).
“Le trajeron en ese momento un endemoniado ciego y mudo.
Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. Con esto, todo el pueblo quedó
asombrado y preguntaban: ¿No será éste el hijo de David? A lo que respondían
los fariseos: este echa a los demonios por obra de Belcebú, rey de los demonios”
(Mt 12,22-24).
“Por eso les digo: se perdonará todo pecado y toda palabra
que ofenda a Dios; pero la palabra que ofenda al Espíritu Santo no se
perdonará. El que hable en contra del Hijo del Hombre será perdonado, pero el
que hable en contra del Espíritu Santo no será perdonado, ni en esta vida ni en
la otra” (Mt 12,31-32).
“Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el
mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres,
porque todos pecaron” (Rm 5,12).
“Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron
constituidos pecadores” (Rom 5,19).
“Tú ves que malo soy de nacimiento; en pecado me concibió mi
madre” (Sal 51,5 ó 51,7).
“Sepan que llega la hora en que todos los que están en los
sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la
vida; pero los que obraron el mal resucitarán para la condenación” (Jn
5,28-29).
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy” (I Cor 15,10).
“Les he transmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí:
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y
resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura” (I Cor 15,3-4).
“Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos,
¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si no hay resurrección,
Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana
también la fe de ustedes” (I Cor 15,12-14).
“Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero
de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por
medio de un hombre viene la resurrección" (I Cor 15,20-21).
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la
Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás” (Jn 11,25-26).